Las aguas minerales

El agua es el componente principal de los seres vivos. De hecho, se pueden vivir meses sin alimento, pero sólo se sobrevive unos pocos días sin agua. El cuerpo humano tiene un 75 % de agua al nacer y cerca del 60 % en la edad adulta.  Entre otros beneficios, el agua es la encargada de retirar de nuestro cuerpo los residuos y productos de deshecho del metabolismo celular y gracias a la elevada capacidad de evaporación del agua, podemos regular nuestra temperatura, sudando o perdiéndola por las mucosas, cuando la temperatura exterior es muy elevada.

El agua no sólo es una bebida muy refrescante y la que mejor calma la sed, sino que es imprescindible para el correcto funcionamiento de nuestro organismo.

Las personas adultas deben tomar no menos de dos litros de agua diarios

El agua mineral se obtiene de manantiales (naturales o creados por el ser humano), que llegan a la superficie normalmente a través de perforaciones realizadas a tal efecto. Lo que diferencia a las minerales de otras aguas potables es su naturaleza mineral y su pureza original, ya que el origen subterráneo del agua protege el acuífero de contaminaciones químicas o bacterianas.

La legislación sólo permite dos actuaciones en el agua mineral natural, ambas para mejorar la calidad sin variar sensiblemente la composición inicial; éstas son eliminar compuestos naturales inestables como hierro y azufre (para evitar color, olor o sabor no deseables) y modificar su contenido en gas carbónico (para conseguir «aguas con gas»). El tipo y cantidad de sustancias disueltas en el agua dependen de las características geológicas de la zona donde fluye la fuente. Así, de las capas profundas salen preferentemente aguas ricas en minerales y carbonatadas. Si en su camino, el agua se filtra por piedra calcárea, se originan aguas duras (con elevado contenido en sales de calcio y magnesio); si lo hace por arena compacta, el agua será semi-dura; y si se filtra por granito y basalto, surgirán aguas blandas. Estas sustancias solubles también determinan el sabor del agua: las ricas en sodio y cloruros saben ligeramente saladas; las sales de calcio y magnesio proporcionan un sabor duro y terroso, y los sulfatos aportan un sabor ligeramente amargo.

ENTENDER LAS ETIQUETAS DEL AGUA

La denominación de venta debe ser «Agua mineral natural», e incluirá el nombre del manantial y lugar de explotación, y debe indicar la composición analítica del agua y, si procede, los tratamientos que ha recibido. En caso necesario, advertirá de posibles contraindicaciones a determinados sectores de la población. Además, se prohíbe incluir menciones relativas a propiedades de prevención o curación de enfermedades. Y también se prohíbe inscribir los datos obligatorios en precintos, tapones y otras partes que se inutilicen al abrir el envase. Puede figurar en la etiqueta la temperatura del agua en el punto de salida, la fecha en la que el manantial fue declarado como mineral natural o de utilidad pública, y una descripción del agua, como (en función del contenido global en minerales):

  • Aguas de mineralización muy débil: residuo seco (minerales totales) de hasta 50 mg/l
  • De mineralización débil: residuo seco (minerales totales) de hasta 500 mg/l
  • De mineralización fuerte: residuo seco (minerales totales) superior a 1500 mg/l
  • Aguas bicarbonatadas: más de 600 mg/l de bicarbonato
  • Aguas sulfatadas: más de 200 mg/l de sulfatos
  • Cloruradas: más de 200 mg/l de cloruro
  • Cálcicas: más de 150 mg/l de calcio.
  • Magnésicas: más de 50 mg/l de magnesio
  • Fluoradas: más de 1 mg/l de fluoruros
  • Ferruginosas más de 1 mg/l de hierro bivalente
  • Carbónicas o con gas o aciduladas: más de 250 mg/l de CO2 libre
  • Sódicas: más de 200 mg/l de sodio. Indicadas para dietas pobres en sodio o hiposódicas: hasta 20 mg/l de sodio

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